un antes, un ahora y un mañana

un antes, el ahora y un mañana

Amados hermanos todos, en estos 41 años testimoniales de Cristo y de la predicación de la palabra de Dios, como que hemos cruzado diferentes desiertos, algunos más agrestes, más dificultosos que otros, algunos hasta nos resultaron agresivos, casi mortales, pero, la provisión divina, la gracia de Dios no nos abandonó, en su tiempo único y perfecto siempre nos alcanzó, nos cubrió, nos arropo, nos enseñó, nos curo de las diferentes heridas, nos alimentó y nos animó a continuar en el propósito de Dios.

Diferentes travesías en diferentes escenarios que más allá de la soledad y el dolor nos llevaron a un relacionamiento más intimo con nuestro Dios; por lo cual siempre tenemos atesorado en nuestro corazón un deseo acuñado, una esperanza bienaventurada, que nos doblega, que nos hace en ocasiones desistir, renunciar esporádicamente, ocasionalmente a nuestro propios sueños, a nuestros propios propósitos, con tal de tender una mano al débil, al cansado, al afligido, al herido, al que no tiene fuerzas o no puede valerse por sí mismo, quizás a algunos pocos o muchos en algún momento nos toque apearnos de lo nuestro y tender la mano al otro.


Quizás, al mirar la parábola del buen samaritano no solo podamos ver la historia que nos enseña, que nos trasmíte esencial sobre la compasión, la manifestación verdadera del amor hacia el prójimo, trasmitiendo una revolución transformadora espiritual redefiniendo el concepto de prójimo, más allá de los perjuicios sociales y religiosos existentes en esos momentos, los líderes religiosos pasan de forma indiferente hacia la necesidad del otro; ese samaritano que era visto con cierto desprecio y condenación de parte de los judíos, se convierte en el modelo de enseñanza del amor de Dios hacia el prójimo llamándonos a la acción desinteresada hacia cualquiera que necesita ayuda.

Pero, para mí, como pastor alcanzo a ver algo con un peso de gloria extra, que se deja ver entre líneas en cuanto al amor desinteresado hacia el prójimo, quizás, tal vez, puede ser que los líderes religiosos afanosos por llegar a sus metas, a sus destinos, a sus propósitos era de tal magnitud o apremio que les provoca ceguera, indiferencia, un gran extravío hacia la necesidad que existe a sus alrededores, sin embargo, el samaritano que por allí pasaba también tenía un destino, un propósito, una meta, sin embargo, aquel hombre pudo ver la necesidad del otro, deteniéndose , apeándose de su meta, de su propósito y dejarlo todo de momento a un segundo lugar con tal de ayudar al necesitado, es algo tan profundo que está dispuesto a sacrificar su propósito personal por el bien del otro, renuncia momentáneamente al yo para identificarse con la necesidad del otro.

Aquel samaritano despreciado por el pueblo del necesitado, al ver al hombre sintió compasión por él, se apea de su cabalgadura, le da primeros auxilios, lo carga sobre su propio burro, lo lleva hasta un alojamiento donde por unos días cuida de él, cuando lo ve repuesto, le deja dinero al encargado del alojamiento diciéndole si los gastos de este hombre superan lo que te dejo, te pagaré la diferencia la próxima vez que pase por aquí, este es un amor que no se calcula, que se traduce en acción concreta, real, que manifiesta una generosidad que va mas allá del momento, podemos entrever un eco del amor divino que no se limita a lo inmediato, sino que se compromete con el proceso de sanación del otro, ese samaritano se convierte en lo espiritual en una prefigura de Cristo mismo, el despreciado, pero a la vez tan lleno de amor y misericordia, dispuesto a cargar con el dolor y la necesidad ajena.

Entonces pasó un samaritano despreciado y, cuando vio al hombre, sintió compasión por él. Se le acercó y le alivió las heridas con vino y aceite de oliva, y se las vendó. Luego subió al hombre en su propio burro y lo llevó hasta un alojamiento, donde cuidó de él. Al día siguiente, le dio dos monedas de plata[c] al encargado de la posada y le dijo: "Cuida de este hombre. Si los gastos superan esta cantidad, te pagaré la diferencia la próxima vez que pase por aquí".

                                                                   Lucas 10: 33- 35

Talvez siempre podamos oír de los súper cristianos, y no estamos para nada en contra de ellos porque pienso que existe, que exteriorizan un mensaje motivacional, que buscan animar, alentar, estimular, a los oyentes a salir de los enredos complejos de la vida, pero, quizás hoy, nosotros podamos detenernos por un breve tiempo despojándonos de todo peso, de toda carga, de toda aflicción, de toda ansiedad, de todo lo que nos agobia como seres humanos que somos, más allá de las heridas y del cansancio renunciando por momentos a los propios sueños por amor al prójimo y servirlo, el ADN de Cristo hace un eco en nuestro corazón ya que el vino para servir, mirando al perdido, con un amor sublime, excelso, animémonos a comunicar amor de Dios y pensemos en este día en lo eterno por medio de la fe en Jesucristo preguntándonos: ¿Qué significa para nosotros haber sido llamados, transformados, salvos por Dios?  

Concentrarnos en lo eterno por medio de la fe en Jesucristo es desprendernos, despojarnos de nuestro ego, de nuestras ambiciones personales, de nuestros egoísmos y mezquindades carnales para entregarnos de forma generosa al propósito de Dios para con nuestras vidas, con el deseo de oír el susurro del Espíritu en lo más profundo, en lo más íntimo de nuestra alma, rindiéndonos a la adoración y al servicio por amor reflejando el verdadero ADN de Cristo, una mirada cálida esperanzadora, de fe, sobre el quebrantado, el marginado, el perdido es lo que manifestará el amor genuino de Dios a través de nuestras vidas.

Vivir esta vida con propósito divino, humildad y entrega es lo que nos ayuda a dejar atrás lo superficial para alcanzar lo eterno a través de Jesús; poder entender que nuestros días, nuestras historias, el propósito divino no se acaba, no se agota aquí en este mundo; hay, existe una promesa de vida eterna con Dios que trasciende nuestras finitudes humanas, nuestros tiempos mortales, vivimos en este mundo, pero, no somos de este mundo, somos portadores de un llamado divino que trasciende la vida cotidiana más allá de sus complejidades, saber de dónde venimos, saber quiénes somos y hacia dónde vamos nos da un patrimonio, una pertenencia de gloria única en Cristo Jesús.

Hablar de una trasformación radical, substancial, medular, es hablar de algo más allá de lo superficial, es hablar de algo que toca y transforma lo más profundo de nuestro ser, una renovación total, una resurrección interna, imposible de razonar desde la sapiencia humana, es el momento inigualable donde el alma se encuentra con la gracia de Dios, despertando a una nueva vida, despertando al verdadero propósito de vida pensado por Dios para con nosotros.

Transformados, rescatados, restaurados, de manera radical, substancial, medular por la acción de Dios y la manifestación de su gracia infinita sobre nuestras vidas significa que hemos pasado de muerte a vida, de las tinieblas a la luz admirable, del extravío pernicioso, al camino seguro, inequívoco, verdadero, lleno de vida, vamos seguros en nuestra marcha hacia la patria celestial en Cristo a pesar de algún sobresalto que toque enfrentar, de alguna manera en nuestro hombre interno estamos persuadidos, convencidos que hemos comenzado un proceso de cambios que afirman cada día que pasa de que nada podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús; Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios,[b] ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor (Romanos 8:35-39)

Nosotros, todos los creyentes, en otro tiempo, no éramos luz, pero, ahora somos luz, nosotros en otro tiempo no habíamos alcanzado misericordia, pero, ahora hemos alcanzado misericordia; nosotros todos en otro tiempo supimos estar al corriente de una vida sin Dios, extraviados, perdidos, sin fe ni esperanza, supimos estar muertos y caminar en desobediencia bajo el pecado al igual al resto de la humanidad que no conoce a Dios.

Nosotros, todos, en otro tiempo obedecíamos en nuestra ignorancia al diablo, quien lidera con sus secuaces los poderes invisibles de un mundo sin Dios, más allá de lo que podamos creer o no, existe, hay mundo espiritual maligno, inflamado, enardecido contra los que se niegan creer u obedecer a Dios, más aquí o más allá en el tiempo todos estuvimos en ese mundo de tinieblas, siguiendo los deseos de nuestras pasiones, de nuestra propia naturaleza humana, pecaminosa, que nos aleja de Dios. (Efesios 2:1-10)

Por cierto, hoy nuestra alma ha despertado a una nueva realidad que antes no conocía, ha despertado abrazada por la luz reveladora del Padre de las luces, del cual hemos recibido todo lo bueno, lo perfecto, lo eterno, por lo cual estamos llenos de expectativas, de confianza, de esperanza, el es Dios fiel en el cual no hay sombra de variación; la gracia y el poder de Dios en este tiempo se ha manifestado en sobre manera en nosotros, ya no somos lo que éramos, ya no estamos extraviados, ni caminamos en tinieblas, hemos pasado de muerte a vida, el contraste entre el antes y el ahora es un testimonio de vida, un testimonio nacido de un corazón transformado, agradecido hacia el Padre por su abrazo al recibirnos como hijos.

El ahora ya no es lo mismo que el ayer, nuestro presente nos desafía a mirar mucho más allá de lo inmediato, de lo superficial, de lo efímero, al ser transformado vamos contra corriente de un mundo que nos seduce, nos tienta con placeres banales, ofreciendo de una forma y otra, intensos deseos por el placer físico, en ocasiones un deseo incontrolable por lo que vemos y queremos tener, sin embargo, todo lo que hay en el mundo son los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, esto no proviene del Padre, sino del mundo; y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan 2:16-17)

El ahora para el creyente implica; cambios, renovaciones, transformaciones que nos separa del ayer y nos impulsa hacia lo eterno aunque esto signifique ir contra la corriente, el nuevo nacimiento a una nueva vida hace que el corazón comience a sufrir transformaciones cambiando la manera de ver el mundo y el relacionamiento con lo demás, lo que antes generaba ciertas incertidumbres, ciertos titubeos, o vacilaciones e incredulidades en cuanto a Dios y a la fe, ahora se van convirtiendo en expectativas confiadas, esperanzadoras en una nueva realidad que no es tan solo esperar, sino que se ha comenzado a edificar el propósito divino, entendiendo de que existe, de que hay una guía divina en cada paso que se está dando, porque todo el que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo, el testimonio de la vida eterna que está en el Hijo, porque todo el que tiene al Hijo tiene la vida; (1 Juan 5:10-12) de cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. (Juan 5:24)

Bendiciones abundantes en Cristo para tu vida y tu familia por siempre.