la unidad

Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer. 1 Corintios 1:10
La realidad más allá de lo que creamos o pensemos existen dos reinos con características y fines distintos en el mundo espiritual y que trasmiten una gran influencia sobre el mundo natural, por un lado, tenemos el mundo de la luz, de la verdad, de la justicia, de la vida donde el soberano es Jesús, mientras que por otro lado tenemos un reino de tinieblas, de mentiras, de injusticias, de muerte, de dolor donde reina satanás, archí enemigo de Dios.
No en vano las escrituras nos dicen que el reino de satanás tiene un propósito claro y definido, matar, robar y destruir, con todos los medios a su alcance y todos sus secuaces, el enemigo busca con todo lo que tiene trastornar las cosas de Dios o crear caminos falsos de salvación, mientras Jesús ha venido para que el hombre tenga vida eterna a través de la fe puesta en él, el tuvo que pagar un precio para que esto fuera posible, derramar su vida en la cruz, ser contado entre los muertos, y resucitar para que todo el que creyera en el alcanzara la paz para con Dios.
Una casa, una familia, una congregación que está a la búsqueda de la voluntad y el propósito de Dios, sin lugar a dudas, aunque no lo desee, tendrá que marchar, caminar contra la corriente de este mundo y de las potestades oscuras establecidas en él, es un hecho que existen un sinfín de estrategias de parte del enemigo, pero no hay dudas que unas de sus principales herramientas es la división, hay palabras proféticas que así lo confirman como por ejemplo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. (Mateo 12:25) "Si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer." (Marcos 3:25)
La unidad es clave en la vida e identidad de la iglesia y en cualquier comunidad que busca el propósito de Dios; Jesús dijo: que todos sean uno, así como tú y yo somos uno, es decir, como tú estás en mí, Padre, y yo estoy en ti. Y que ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:21-22)
La unidad es más que una palabra y su definición; al mirar estos textos de Juan podemos apreciar que va más allá de lo cuantitativo, podemos ser diez, cien, mil, o más, pero, todos tenemos que ser uno, teniendo como principal ejemplo al Hijo y al Padre, como está escrito: Yo y el Padre uno somos, (Juan 10:30), por lo cual podemos llegar a la conclusión que la unidad no puede ser destruida, no puede ser alterada en su esencia porque: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es (Deuteronomio 6:4) y nosotros somos llamados a ser uno con él.
La unidad no es retórica, no puede ser negociada, y muchos menos pueda estar comprometida, la unidad es una realidad fundamentada en la propia naturaleza de Dios, tenemos al Padre y al Hijo quienes son uno en esencia, en propósito y en amor, la oración intercesora de Jesús nos revela una verdad trascendental, más que valiosa para todos y cada uno de los creyentes, nuestra unidad en él y con él; esta unidad no es superficial, ni circunstancial, ni es una declaración más, es una unidad que nace en la naturaleza indivisible de Dios
La unidad debe de reflejarse, debe de ser vivida por el creyente, debe de formar parte en la vida cotidiana de forma tangible, visible, palpable, en nuestro relacionamiento con el prójimo, con el hermano, relacionamiento basado más que nada en la gracia, en la reconciliación, en el amor genuino, autentico, que no busca lo suyo propio, que no solo enseñan sobre la unidad, sino que reflejan a Cristo y en Cristo al Padre; Sed pues perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto; (Mateo 5.48)

Una congregación, una familia, un grupo de personas que no puede permanecer unida, el dolor, la frustración, el infortunio y la destrucción puede estar a la vuelta de la esquina, y necesariamente no tenemos que verlo, o sentirlo, mis años de pastor me llevan a la triste realidad de los flagelos de la carnalidad y del propio satanás se mete y se establece en el corazón del hombre y la mujer a tal punto que se vive o se comparte un infierno terrenal, el odio, la incomprensión, la violencia, la falta de respeto, las traiciones, las desconfianzas, los crímenes, etc., etc., parecen llevar la delantera.
Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden.Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella. (Oseas 4.2-3)
Es algo tremendo e impresionante como la voz de Dios dada a través de sus profetas sigue resonando más allá del paso de los siglos, poniendo al desnudo la condición humana con una exposición tan clara, tan inquietante, como fidedigna; Oseas con palabras con más de 2700 años de antigüedad nos entrega un mensaje de denuncia, de extravío, de infidelidad, pero, a la vez nos entrega un mensaje de reconciliación y restauración, de retorno a la verdad divina, a la fidelidad, a la luz que transforma, que cambia vidas, dejándonos en claro que tenemos un Dios reconciliador que nos ama a pesar de la oscuridad reinante.
La lucha entre la naturaleza humana y el propósito divino para con el hombre sigue tan vigente como ayer, si bien es cierto que hora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (Romanos 8:1-2) El mundo parece no aprender de sus dolores y continúa una tendencia bien marcada de repetir los mismos errores.
Señor ayúdanos, socórrenos, como pueblo, como nación, en nuestros hogares, tu gracia y poder sean sobre nosotros y rogamos por el cambio de este ADN espiritual que está reinando, que nos está pasando por encima como nación, como familia, que en realidad mata, destruye confabula, conspira contra el buen deseo de una vida con principios y valores bien alejados de lo que hoy nos sucede.#
En el corazón del prudente reposa la sabiduría; Pero no es conocida en medio de los necios. La justicia engrandece a la nación; Mas el pecado es afrenta de las naciones. La benevolencia del rey es para con el servidor entendido; Mas su enojo contra el que lo avergüenza. (Proverbios 14:33-35) En ti confiamos, oh Dios, y sabemos que tu oyes la oración de tu pueblo, y nos dice: Clama a mí que yo te responderé, gracias Señor porque estas obrando.
